lunes, 17 de mayo de 2010

Mi lucha contra el Desorden Bipolar

Lisa es una mujer cristiana en el estado de Texas que al igual que un gran numero de personas sufren en el silencio las consecuencias y el rechazo de una enfermedad llamada Desorden Bipolar. Descubrir este articulo fue una gran revelación para mi. Inmediatamente lo traduje y se lo mostré a mi esposa y mi hija mayor. Por fin pudimos llorar juntos liberando una enorme carga de culpa. Te ruego lo leas.

Encuentra el articulo original en ingles en:
http://www.joymag.co.za/mag/10-2007/10-2007-bipolar.php

Yo luche contra el Desorden Bipolar
Por Lisa Whinery
traducción de Guillermo Williamson

La puerta de la salud mental se cerro detrás de mi. No podía creer lo que me estaba pasando. Después de todo, ¿no era yo una de esas historias de éxito? Diagnosticada con desorden bipolar cuando tenia 29 años. Yo me sumergí en cada episodio sin ninguna hospitalización. En lugar de esconder mi enfermedad me convertí en una oradora sobre el desorden bipolar y di platicas a grupos de soporte para informar y motivar a quienes sufrían y a sus familias. Ahora ya no hay suficiente información o motivación que me deje resbalar hacia la depresión. Yo estuve pelando la gran batalla de mi vida y estaba perdiendo.

Detrás de una puerta con llave, rogué a Dios que me refugiara en el abrigo de sus alas. Dentro de mis saltos emocionales yo sabia que el refugio de Dios sería mi única fuente de fuerza para soportar lo que faltaba.

Primero experimente cambios de humor en mi adolescencia, pero nadie sospechaba nada porque yo lo manejaba muy bien. Yo siempre sobresalía, era una buena estudiante y participaba en todas las actividades. Lo mas importante, siempre sonreía. Eventualmente mis combates contra la tristeza se hicieron mas severos y tuve que decírselo a mis padres. Ellos me llevaron a un medico el cual "cepillo" mis emociones y aseguro a mi madre que yo era "la típica adolescente con mal humor". Mis padres aceptaron el diagnostico del doctor, seguros de que yo lo superaría. Herida por el medico el cual no atendió mis síntomas me dedique a manejar estos síntomas por mi cuenta.

Durante los siguientes 11 años yo maneje mi humor. Termine mi carrera, me case, di clases en la preparatoria y di a luz a mi hija. Pero en noviembre de 1987 empecé a mostrar síntomas de depresión y manía. Primero yo tenia esperanzas de que se me pasaría.

Una tarde en diciembre me cite con mi esposo para una cena. Después de que dejamos el restaurante caminamos por algunas tiendas camino a nuestros autos. Yo iba tarde y las tiendas estaba cerrando. Yo quería comprar material para mi clase pero Tom me dijo que no tenia tiempo. Me puse furiosa. Salte a mi carro y salí rayando el pavimento del estacionamiento y acelere por la autopista a casa. Estaba tan molesta que quería lanzarme con el auto por una ladera hacia las luces de la ciudad. Dirigí mi auto hacia la orilla y en el ultimo segundo me regresa a la carretera. Cuando llegue a casa mis manos estaban sangrando en la unión de las uñas porque estaba sosteniendo la rueda del volante muy fuerte.

Después de esta experiencia mis cambios de humor empezaron a manifestarse mas rápidamente de una rabia extrema a un estado casi catatónico de depresión. Por varios días me senté en una silla como si estuviera en trance. Fue entonces que acepte ir a un médico a buscar ayuda.

Un siquiatra reconoció los síntomas y le puso un nombre a todo: Desorden Bipolar. El diagnostico fue un alivio. Al menos sabia que mis síntomas eran causados por una falta de balance químico de mi cerebro y no era una enfermedad emocional o espiritual. Los cambios de humor contra los que luche toda mi vida no eran mi culpa.

Mi siquiatra además me dijo que los cambios de humor eran cíclicos. Algunas personas experimentan cada dos o tres o cuatro años cuando algunos los experimentan cada ciertas semanas o meses. Adicionalmente el estrés, traumas y fatiga contribuyen a activar estos cambios de humor. Los medicamentos mayormente previenen o disminuyen los efectos de los síntomas más severos.

Se me prescribieron dos medicamentos, estos causaban dolor de cabeza, nauseas, boca seca, estreñimiento y subir de peso. Estos efectos secundarios eran tan incómodos pero valían la pena por el re-balanceo de mis cambios de humor. Después de nueve meses me sentí fuerte nuevamente. Primero me di cuenta que mi humor mejoraba cuando estaba lavando los platos una tarde y empecé a reír tan fuerte por un chiste que había recordado.

Decidí que si iba a estar batallando con una depresión bipolar yo quería saber exactamente contra que estaba pelando. Por medio de investigación que llevamos acabo Tom y yo aprendimos tres hechos muy importantes sobre el desorden bipolar: No hay una cura para la enfermedad; generalmente se puede controlar con medicamento y terapia; y sufrir de esta enfermedad no es un signo de falta de fe en Dios. Además asistí a un grupo de apoyo de desorden bipolar. Fue un gran alivio estar en un cuarto lleno de gente que entendía exactamente por lo que estaba pasando.

Desde mi diagnostico empecé a reclamar a Dios. Con frecuencia le preguntaba ¿Porque a mi? o ¿Porque a mi familia? Muchos días llore, clame a Dios para que se la llevara lejos de mi. Pero no lo hizo. En su lugar lo uso para acercarme más a El.

Aunque asistía a la iglesia yo no estudiaba la Biblia o oraba a Dios diariamente. Recién me habían diagnosticado cuando una amiga me invito a un estudio de Biblia. Por medio de la palabra de Dios descubrí cuando Dios me ha cuidado. Palabras como "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas" (Josué 1:9) me alentaban. Otras imágenes confortantes venían de los salmos. En el salmo 17:8 David llora a Dios clamando: "Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas". La imagen de un Dios fuerte y amoroso abrigándome me hacia saber que no estaba sola.

Este período me preparó para el cambio más devastador del humor de mi vida. Mi conocimiento de la palabra y de mi confianza en Dios me ancló con gran dolor y agitación emocional. No creo que habría sobrevivido sin ello.

Ya se me había dicho que los medicamentos podían perder su efectividad después de un tiempo. En Mayo de 1998 los medicamentos que me habían estado estabilizando por 4 años ya no me servian más. Emocionalmente yo estaba pasando por un periodo muy difícil: Mi amiga mas cercana acababa de morir por un cáncer en el cerebro. Yo no había experimentado un cambio de humor severo en cuatro años. Así que de acuerdo a mi patrón ya tenia mi boleto listo.

Como muchos que sufren el desorden no identifique los síntomas rápidamente. Lo primero que note fue un poco de cansancio, tristeza y ansiedad. Cuando la fatiga y ansiedad persistieron por semanas decidí visitar a mi siquiatra. El cambio mis antidepresivos.

En mi siguiente cita la depresión estaba mejor pero yo era más irritable y dormía muy poco. Mi doctor me quito mi otro medicamento, el estabilizador de mi humor. En solo seis semanas se me había quitado los dos medicamentos que me habían balanceado mis cambios de humor los últimos 4 años. Trabajarían los nuevos medicamentos? Cuanto tomaría para que afectaran mi humor? Eran mis dudas

Me embrolle ese verano. Algunos días casi no podía salir de la cama y otros me sentía grandiosa. En el otoño empecé a tener severos ataques de pánico. Yo no podía caer dormida por miedo a sofocarme. Me volví obsesiva con miedos pro la seguridad de mi familia y creía que moriría pronto.

Yo siempre pude manejar mi humor en alguno grado. Ahora el control se había ido. Llore frecuentemente, algunas veces me detenía a mi misma para buscar la causa. Abandone actividades por la dificultad de conversar con otros. Yo no mas podía enfocarme lo suficiente para leer la Biblia. Tenia miedo de estar sola. Mi vida era un frenesí emocional.

Mi doctor trato de cambiar mi medicamento nuevamente en dos ocasiones. Cuando no había muestras de mejora acepte hospitalizarme.

Tom, mis hijas y mi padre me visitaron en mi primer noche que estuve en el hospital. Fue muy difícil pero me las arregle para pretender que estaba bien por el bien de mis hijos. Cuando era hora de que se fueran los abrace fuertemente y sentí nuevamente un ataque de pánico. De veras creía que nunca jamás las vería. Yo veía a mi familia caminar por el corredor mientras el timbre de seguridad sonaba detrás de ellos.

Esa noche en el hospital fue la noche más solitaria de mi vida. Yo golpeaba fuete en la oscuridad, temblando de miedo. Trataba de leer mi Biblia pero no podía enfocarme en las palabras. Empecé a orar fragmentos de mis Salmos que podría recordar "Abrígame en el refugio de tus alas". Entonces repentinamente mi temblor se detenía y yo me llenaba de un profundo sentimiento de paz. Yo oraba estas palabras en la oscuridad hasta que caía dormida.

Rogué al siquiatra del hospital que me dejara regresar a casa. Como yo no había atentado contra mi vida el doctor acepto con la condición de que recibiría supervisión las 24 horas por un adulto. Tom, mis padres y algunos amigos iniciaron una agenda para cuidarme.

De regreso en casa recibí muchos arreglos de flores y cartas diciendo "Mejórate pronto". Parte de mi sabia que los sentimientos de ellos eran para motivarme. Pero sentía demasiada presión por que mejorara que no podía abrir las tarjetas después de un tiempo. No solamente no estaba bien, estaba empezando a pensar que nunca estaría bien de nuevo.

Los ataques de pánico eventualmente se detuvieron, pero mi depresión se volvió más severa. Yo comía y hablaba muy poco. Después de bañarme en las mañana me quedaba frente a mi closet sin poder elegir ninguna prenda que ponerme. Además estaba muy casada, no podía dormir. Muchos pensamientos de suicidio me venían a la mente. Mi doctor aseguro que los pensamientos suicidas son un síntoma de una depresión severa y no significaban que yo fuera a atentar contra mi vida. Sus palabras no me confortaban. Tenia tanto miedo de que me fuera a suicidad que mi esposo escondió las llaves del auto, medicamentos y utensilios afilados. Finalmente mi sufrimiento se volvía tan tedioso que no recordaba lo que pensaba o hacia.

Tres semanas antes de Navidad entre en un programa de hospitalización de 10 días. Estoy feliz de haberlo hecho porque Dios uso esto como un punto de inicio para mi recuperación. El nuevo ambiente combinado con medicamentos trajo a mi un pequeño rayo de esperanza despues de más de tres meses.

Cinco días antes de Navidad salí del programa. Recuerdo despertarme y no sentirme deprimida. Cuando ocurrió esto? Me preguntaba a mi misma. Entonces reía y reía, Lisa no preguntes cuando, solo gózalo.

Diagnósticos, fe en Dios, conocimiento y medicamento no quitan la picadura del desorden bipolar. Puedo ver álbumes de fotos familiares y ver con lagrimas en mis ojos cuales años yo estaba deprimida. He experimentado cambios de humor cada tres o cuatro años desde mi diagnostico. He decidido no concebir nuevamente pues los medicamentos cusan severos defectos de nacimiento. En su lugar, Tom y yo adoptamos otro hijo. Además renuncie a mi posición como maestra porque estaba muy enferma para trabajar.

Estoy muy agradecida con mi esposo por quedarse a mi lado. Muchos matrimonios envueltos con personas con desorden bipolar terminan en divorcio. El comportamiento errático golpea los fundamentos del matrimonio y el diagnostico de una enfermedad para toda la vida ahuyenta a los cónyuges. Nuestro matrimonio se ha visto golpeado algunas veces pero con consultarías, oración, amor verdadero y dedicación hemos crecido mas fuertes y cercanos a través de nuestros problemas.

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